viernes, 16 de abril de 2010

Kitchen (Banana Yoshimoto)



Hay veces que duele atacar un libro. No necesariamente porque uno le tenga alguna especie de cariño, sino porque se percibe el amor con el cual fue escrito, más allá de sus propios ripios. Es el caso de “Kitchen”, novela iniciática de la aclamadísima Banana Yoshimoto. De hecho el epílogo donde le agradece a sus profesores, compañeros de trabajo y nos desea a todos “de todo corazón toda la felicidad del mundo” es casi como un parche antes de la herida, como diciendo “sé que está lejos de ser una novela perfecta, pero compasión, es mi primera!”. Independiente de eso, la trama y el fluir del libro evocan una cierta nostalgia que mejor trabajada, nos podría haber encariñado muchísimo más con la historia y los personajes.


Pero me colgaré de sus propias palabras del epílogo (cuando dice “es el primer libro y con seguridad un trabajo inmaduro”) para describir mi percepción. Es muy similar en liviandad al libro “Buenos Días, Tristeza”. Y es curioso plantearse las similitudes (ambos primeros trabajos, ambos escritos por mujeres adolescentes). La historia está dividida en 3 partes, las 2 primeras “Kitchen” y “Luna Llena” siguen una misma historia, mientras que la tercera “Moonlight Shadow” (en mi opinión, por lejos la mejor), toma un giro diferente. En la primera, nos encontramos con Mikage y Yuichi, dos personajes que acaban de sufrir pérdidas familiares y se unen espiritualmente en torno a la comida (me recordó al cuento “Parece una tontería” de Carver, con los padres del niño y el pastelero engañando al dolor con comida), y en la segunda, una historia de fantasmas y nostalgias, muy en el estilo tradicionalista japonés.


El tono general del libro aborda la pérdida, la soledad, como barreras inexpugnables que no permiten avanzar, que carcomen las comunicaciones interpersonales, dejando devastación y sinsentido a su paso. Yoshimoto utiliza un lenguaje básico, muy desprolijo (Y no minimalista, como algunos seguidores de Yoshimoto han querido disfrazarlo), que poco aporta a ese tono nostálgico e incluso fantasmagórico que pedía a gritos un trato distinto.


Donde falla groseramente a mi entender, es en la concepción de los personajes (y aquí el recuerdo con la novela de Sagan). Cada personaje se presenta en forma liviana, sin mayor peso ni profundidad, como si Yoshimoto quisiera decirnos “lo importante es la historia, no quienes la viven”. Pero es precisamente a partir de quienes la viven, lo mucho o poco que nos interese esa historia, no?. De hecho por lo plana de la misma, merecía tener personajes que destacaran y así acarrear la carga dramática en forma más compacta. A cambio de eso, nos encontramos con pequeños trucos literarios, bastante sucios. Por ejemplo, en esta construcción de personajes, Yoshimoto escoge un artilugio típicamente utilizado cuando no se consigue otorgar particularidad a través de la trama o la descripción: incluir rarezas. Así es como la madre de Yuichi, Eriko, no es su madre sino su padre operado de mujer, y trabaja en un bar de travestis. Mikage, que tiene una fascinación con la comida y duerme en la cocina. O Shu, que se viste de colegiala porque no puede olvidar a su novia.


Así y todo, como mencioné, se nota que Kitchen está escrito con cariño y con ese miedo del “que opinará el resto cuando lo lea”.

En su defensa quiero decir que de haber reducido todo a la última historia (que le apunta mucho mejor a la tecla de la melancolía), hubiese quedado un cuento bastante digno de leer.

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