martes, 16 de marzo de 2010

Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo (Haruki Murakami)

La primera sensación que deja "La Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo" es la de haber tenido un profundo y extraño sueño (o si se quiere, pesadilla).

Tooru Okada, el protagonista, es un abogado cesante que con tanto tiempo libre en casa comienza a experimentar una serie de acontecimientos uno más raro que el anterior. Entre misteriosas llamadas de teléfono anónimas, una esposa ausente y distante, sumado a la desaparición de un gato, Tooru se ve enfrentado a un mundo lleno de enigmas, donde las cosas no suelen ser lo que parecen.

Murakami presenta en esta novela muchas de sus manías literarias:


1. El protagonista simple, normal, incluso apático, que sirve para resaltar aún más la excentridad de los personajes restantes

2. La rica galería de personajes femeninos, partiendo por su vecina adolescente (con quien mantiene uno de los mejores diálogos del libro acerca de la muerte), pasando por las hermanas Kanoo (quienes se roban las mejores escenas oníricas), etc.

3. Su obsesión por los gatos

4. Esa tendencia a montar intrigas por sobre la construcción de la historia (al estilo "Lost"), que como gancho sirve sólo en la medida que la historia sea tan buena que nos haga olvidar por momentos las intrigas (lo que se consigue en las primeras 2/3 partes de la novela). Sino se diluyen, tanto la tensión argumental, como el interés del lector.

A favor de Murakami está su prosa, una de las más ágiles y sencillas de los escritores eontemporáneos, y por sobre todas las cosas, la sensación de que el estilo utilizado (un simil al realismo mágico latinoamericano, pero japonés) le acomoda de sobremanera (de ahí que con Tokyo Blues, siendo una excelente novela, no alcance puntos tan altos como aquí).

Así como muchos escritores (tal vez demasiados) se aproximan al lector a traves del intelecto y la racionalidad, Murakami lo hace de la vereda opuesta, desde las emociones y los sentimientos, lo que le entrega finalmente esa frescura característica de sus novelas. Es probablemente este destilar de humanidad lo que lo ha llevado a tener tantos seguidores en el mundo entero.

Dentro de los puntos altos, me quedo con las historias de guerra (que contrastan perfectamente con el tono onírico de la novela), los diálogos, la elección precisa de los personajes y el rol de cada uno como complemento del viaje espiritual de Tooru (incluido el antagonismo de su detestable cuñado) y por sobre todo, la construcción de un mundo que más parece soñado que leido.

Es lamentable que juegue en su contra la excesiva utilización de misterios sin respuesta (que al final sólo dejan la sensación de ser sucios trucos literarios más que parte de un todo argumental) y el último tercio de libro, que tal vez por el mismo razonamiento anterior, termina cansando y diluyendo el interés final, algo muy parecido que ocurre en otra de sus novelas: Kafka en la Orilla.


A pesar de todo esto, y de ser una lectura de altos y bajos, me quedo con los altos, que cuando suben en este caso, son francamente innalcanzables.


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